domingo, 26 de marzo de 2023

El rescate del naufragio

Hace cuatro días que llegamos a México, tras pasar 15 días en Venezuela, luego de tres años -en mi caso- sin volver. Miguel tenía seis años sin regresar.

Fue un viaje intenso, hermoso y difícil, complejo de resumir. En este texto (que intuyo tendrá varias partes) intento registrar sentimientos, imágenes, recuerdos y pensamientos, porque temo que queden sepultados tras la vorágime de mi día a día. Porque necesito ponerlos en papel y entenderlos. Porque fue un viaje trascendente. Porque creo que escribir, me va a permitir recuperar mi voz, esa que perdí con la migración y que evidencia este blog con su último post: octubre del 2020.

En principio, me parece mentira que 15 días parezcan dos meses, y a la vez, se sienta como un suspiro. Que en pocos días me sentara a revisar toda mi vida, leyendo mi historia - literal - porque uno de los propósitos del viaje fue decidir qué hacer con las "cosas personales" de mi departamento, para dejarlo listo para la venta. Así que, sentada en el piso de la sala vacía de mi casa, revisé los poemas que escribí a los 12 años, los dibujos que hice a los 17, las cartas de amor que recibí, artículos reporteados en distintas etapas de mi vida periodística para El Nacional, Tal Cual, El Universal. Fotos en pautas (subiendo un cerro de Petare con Salvador Garmendia para una investigación sobre colombianos indocumentados; en la selva, junto a los yekuana, para una reflexión sobre el encuentro con el viejo mundo y en los días de las exhumaciones en La Peste, acompañando a madres buscando a sus hijos asesinados en el Caracazo). Mis ideas como maestra del colegio Kennedy de Fe y Alegría, en el Barrio Bolívar de Petare, cartas que me enviaron los niños, informes que hice en Cofavic, registro de violaciones a los derechos humanos, entrevistas a líderes y referentes del país en los 80 y 90. Cartas a mi hermana que fueron a Italia y sus respuestas -con un mes de espera entre carta y carta- con sus sellos postales de correo ordinario. Diarios. Esperanzas y tristezas. Cursos de periodismo y sus diplomas. Toda una vida en las fotos de mis hijos desde que eran bebés hasta adultos, con sus registros de las idas al pediatra, su crecimiento mes a mes, sus progresos, sus cuadernos escolares. Informes médicos y mi doble operación de columna. Viajes a Europa en una época en la que era normal viajar una vez al año.

Tanto, que no cabe en una o varias maletas. 

Quemé mis premios de periodismo, porque ¿Cómo dejar que sean pisoteados en la basura? Allí quedó el Antonio Arraiz a la mejor reportera de El Nacional en el 91, pues, ¿Qué importa, 30 años después, un premio como ese, de un periódico que ya no existe? ¿Para qué me sirve en mi realidad de migrante, en otro país, y en la que me he transformado al hacer mensajes compactos -y potentes- para redes sociales, guiones para podcast sobre tecnología o notas sobre el negocio de la televisión en lugar de los kilométricos reportajes de investigación sobre la pobreza de Venezuela?

Es tan relativo aquello que es o no importante. ¿Qué rescatar del naufragio?

Así le dije al guardia mexicano que, al abrir mis maletas, me preguntó si era una mudanza. Le dije: no, es un naufragio: estas cinco maletas es lo que pude rescatar.

Al mismo tiempo, pienso en aquello que acumulamos toda la vida. En el valor emocional que colocamos en algunos objetos. En lo relativo que es el valor material de las cosas. Mi departamento, por ejemplo, que hoy se ofrece a la mitad de su valor, debido a la situación del mercado inmobiliario en Venezuela. Me recuerdo soñando con comprarlo, cuando vivía en los 100 metros cuadrados del piso cuatro, porque ambicionaba los 140 metros cuadrados del piso dos, su distribución, su vista al parque. Hoy tengo otras ambiciones. Mi casa en México está en una comunidad popular. Muy diferente a la urbanización de clase media en la que viví durante más de veinte años. Sin embargo, mi casa mexicana de hoy es mi hogar, y la siento acogedora, suficiente.

Y hoy aún más, porque suena -a sus medias horas y con campanadas cuando es la hora en punto- la música del reloj de péndulo que nos trajimos de Venezuela hace pocos días.

Quizás son las cosas que importan.

Una reflexión que me quedó al desplegar todo lo que escribí cuando era reportera fue mi coherencia. Lo digo sin pudor ni falsa modestia, porque ciertamente me causó orgullo - y me sorprendió- el descubrir que llevo casi 40 años escribiendo sobre equidad de género, desigualdad, discapacidades, justicia, derechos humanos, sostenibilidad, el valor de la democracia, diversidad. Buscando historias de personas para contar sus puntos de vista, siempre personas en situación vulnerable, registradas con respeto, sin hacer "porno miseria", buscando conectar con el lector para traducirle aquella otra realidad, que parece tan lejana.

Historias además, bien escritas.

Encontré mi serie sobre colombianos indocumentados en Venezuela: nunca pensé entonces, que yo sería alguna vez indocumentada en otro país, como lo fui en México durante mi primer año.

Me gustó descubrir que hoy sigo escribiendo sobre equidad de género y sostenibilidad, derechos humanos, democracia o justicia, solo que con otras herramientas y recursos.

Quizás es al final lo que importa. Es lo que no perdí, pero que parece, olvidé. Y que rememorarlo, fue de las cosas buenas que me traje de este viaje a Venezuela. Aunque fueron muchos los reportajes y notas periodísticas que dejé, lo que importa, es lo que traigo en la memoria. Un valor intangible, del que no es relevante si entra o no en la maleta.

PD: Las cinco maletas que nos trajimos, con sus objetos cuidadosamente embalados y protegidos, fueron desarmadas por la Guardia Nacional al salir de Venezuela. Pasaron una hora y media con nosotros y abrieron todas las maletas. Nos dijeron que buscaban drogas. Ciertamente, las maletas se debían ver extrañas al pasar del rayos X, pero quizás tras abrir dos o tres, pudieron dejar la revisión. No justifico que los guardias leyeran mis cartas, husmearan en mis fotos e hicieran preguntas sobre mi vida, registraran cada disco de Miguel, requisaran mis diarios. Fue una intromisión innecesaria. Sentí el peso de la dictadura en el ejercicio del poder por la satisfacción de ejercer el poder. El motivo por el que decidimos irnos. Al llegar a México, los funcionarios de la aduana también abrieron nuestras maletas, pero lo hicieron con actitud profesional y respeto. No hicieron chistes sobre los objetos que llevábamos. Nos explicaron que teníamos que pagar impuestos y nos informaron sobre leyes que no conocíamos. Pagamos los impuestos y seguimos. Me confirmó que México es el país en el prefiero vivir.




17 comentarios:

  1. Que hermoso relato, que claridad en tus sentimientos y que bien escrito. Con que sencillez expones tu salida del pais, como si fuera algo que se hace todos dias. Se siente el duelo de la perdida y el encuentro de la paz en el país que te da acogida, expuesto con mucha sobriedad y paz en el alma.
    Te felicito hija

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    1. Gracias mamá, tu eres parte también de este naufragio, y no tuviste la oportunidad de organizar tus propias maletas. Sin embargo, nos tenemos la una a otra.

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  2. Querida Aliana: te leí y sentí mucha conexión. Ayer Cheo (en Caracas, desde mi casa) hacía una videollamada para ver qué cositas me quería traer. Yo solo quería un cassette de mi mamá, que nunca encontró, pero sí consiguió fotos, escritos de niña y algún viejo artículo de cuando El Nacional era El Nacional. Te abrazo.

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    1. Gracias Mire!!! Justo yo venía con la idea de algunas cosas que llevarnos (un retrato del papá de Miguel que nos había envíado su primo Gaetano y que no entiendo qué pasó, porque no lo encontramos, por ejemplo) y fue decepcionante no encontrarlas... Hay pérdidas irremediables e irremplazables.

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  3. Maria Isabel Bertone27 de marzo de 2023, 6:35

    Como perseguida política en mi país de origen (Argentina) y como refugiada que llegué a Venezuela a fines de los 70, tu texto me resuena profundamente.
    Si bien escribí sobre esa experiencia, siempre me quedó pendiente escribir sobre este tema: ¿qué llevar con uno? ¿Qué dejar? ¿Qué regalar? ¿Qué y cómo arrojar a la basura? En mi caso muchas veces no pude elegir: había que dejar la casa de un día para otro, había que quemar libros en una noche. Pero en otros momentos sí pude decidir y se me plantearon los dilemas que tan bien describes tú. Y coincido contigo: escribes muy bien, eres una periodista de fuste. No dejes de hacerlo, quiero seguir leyéndote. Quiero pensar que la Patria también es nuestra lengua. Beso enorme, Marisa.

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    1. Gracias querida Marisa. Cuando nos fuimos nos llevamos solo dos maletas. Nuestra casa quedó armada, casi que con las tacitas de café humeante en la cocina (mi hijo vivió allí por tres años antes de venir a México mientras estudiaba su carrera). Luego viajé para su graduación, hace tres años atrás, pero vivíamos alquilados. El tener la casa armada, con sus muebles y cosas, me daba la sensación de poder volver en cualquier momento. Siento que este paso es un cierre y que mi vida, de ahora en adelante, está en México

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  4. Que hermoso todo lo que escribes tan cierto y doloroso, aprender a valorar lo realmente importante vivir más ligeros ✨ el aprendizaje en esta migración que en mi caso ha sido en partes, estudiante la cual disfrute muchísimo, trabajando una fase excelente, cuando fui mamá aquí realmente me sentí por primera vez migrante sin familia pocas amistades sin ese círculo de ayuda y queriendo estar en ese país que dejé pero sabía que ya no era lo mismo que solo estaba en mis recuerdos ….. muchos años fuera de mi país vividos y sintiendo de forma diferente.

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  5. Hermoso texto Aliana. Me alegro de que hayas encontrado un nuevo lugar para llamar hogar y lamento esa criosidsd invasiva que me ofendió a mi y te irrespetó a ti.
    Coincido en que la coherencia tiene valor y es un privilegio. Te felicito por reencontrarte con lo que res, cuando dejabas lo que fuiste.
    Ojalá tu apartamento se venda a un precio qué no se sume a las perdida y que la próxima vez que vengas puedas disfrutar más de estar aquí qué dolerte de lo que te hizo ir. Un abrazo

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  6. 🌹🫶🏻🙏 se me ha hecho un nudo en mi corazón pero saldremos adelante. disfruté mucho las fotografías un abrazo a todos

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  7. Comadre queridisima, siempre será un placer leerte. Con tu coherencia sensible que la vida en sus durezas no hace más que confirmarlo. Te admiro desde siempre, con respeto y mucho amor. Qué triste que nuestras elecciones a veces sucedan de estas extrañas maneras. Cuando cerré la puerta de mi casa en la montaña no sabía que no iba a regresar nunca más. Es un gran reto a nuestros apegos y una nueva manera de mirarnos y reconocernos. Me uno a ti y a Miguel, me quiero quedar con la alegría y asombro y hasta incertidumbre de estos nuevos comienzos. Te acompañó y te quiero siempre con infinita gratitud a la vida de contarte entre mis amores!!! A pisar firme esta tierra nueva y a amarla el tiempo que corresponda. Te lo digo y me lo digo.

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    1. Mariana! Nos fuimos igual, sin saber qué pasaría luego de cerrar la puerta. Me gustó regresar y ahora sí, cerrarla definitivamente. Quizás tu también puedas volver a cerrar tu puerta. Te quiero

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  8. Gracias por compartir Aliana. Qué felicidad que hayas retomado el blog. Ya espero la siguiente parte de esta historia.

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  9. Saludos Aliana. Qué gusto encontrarte por aquí y leer este texto que nos identifica en la perdida de algo que dejamos al salir de nuestro país. Gracias por contar tu historia. Te mando un abrazo desde Buenos Aires

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  10. Un texto sencillo y transparente. La recuperación de la memoria y los afectos. Los días vividos con intensidad y pasión. Van con nosotros y en esas maletas, que son como un disco externo.. Gran texto Aliana.

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